lunes, 27 de febrero de 2012

Amores, deidades y venenos.


A pesar de la perceptible meticulosidad que caracteriza a la realidad, a largo plazo, y sobre todo a la vida, a eterno plazo, esta rueca se cimenta en situaciones imperfectas.

No hay peor veneno que un amor ciego, que busca una córnea ajena donde establecer su iris y contraer la pupila hasta cerrar tanto el círculo que se pierde todo aquello que en un primer momento fue altamente valorado. Basura ahora arrojada a un estercolero que en otro tiempo fue jardín del Edén donde un Adán y Eva retozaban entre verdes colinas y rojos amaneceres. Basura cubierta ahora por una venda bruna que lo único que hace es mirar introspectivamente hacia quien cautiva al ser humano, de tal forma que pierde noción temporal, espacial, e incluso sensitiva. Muchas veces, por no decir la mayoría, el amor se convierte en un filtro a través del cual se clasifica la realidad en dos grupos: se crea de todo aquello que la voz interior, drogada, dice ser malo, lagunas Estigias en la que se bañan los cadáveres de ninfas y Panes en un momento atrás arrojados a la condena transitoria; o se crea, de todo aquello que nuestra voz interior, emborrachada, dice ser bueno para nosotros, paraísos de ensueño en el que brincan por doquier sombras de demonios y faunos disfrazados de Apolo. Cupido ha perdido las ganas de lanzar por ahí sus flechas. Eros se codea en su nube, borracho de ambrosía, y se sonríe viendo el triunfo en una época en la que la moral humana está cubierta de sudor y sudarios. Pone su mira en Venus  de Milo e intenta que le atrape con sus brazos.

Entristece la desolación y el caos que sumen ahora los corazones humanos que olvidaron el brillo y el calor de un amor verdadero y se supeditaron a la razón y al raciocinio. Raciones de amor entre sábanas que suplen la carencia de caricias fortuitas que te despiertan por la mañana. Raciones de insensibilidad que enmascaran la inexistencia de sentimientos que recorran el alma entera, de los dedos de los pies hasta el último cabello. Rojos fuertes que se convierten en azules fríos. Amaneceres por ocasos, y ocasos de luna nueva. Vendas, capturas, sendas zonas a la altura de dioses Diosinizados que no encuentran la mesura a la hora de tratar a los humanos.

La humanidad ha perdido el sentido de la cordura, la medida y el amor. Los tres se fueron a paseo cuando se incorporaron, como jinetes del Apocalipsis, el sexo, la locura, la egolatría y la altivez. Ser soberbio significa ahora, antes que ser valiente, ser realmente arrogante. Arrogancia que en muchos casos viene motivada convencionalmente por la única finalidad de crear corazas en las personas para no caer en las desdichas del amor ciego o del amor cegado.

La humanidad sufre, en todas sus esquinas, de una falta de amor o de un amor imperfecto, inimaginable, que es producto de situaciones que se vivieron en el pasado entre enamorados, y que el Hades interior de cada uno utiliza ahora cual Cerbero.

sábado, 25 de febrero de 2012

Llegará.


Llegará un momento, cuando aún sea primavera, en que las hojas empezarán a caer y me iré como viento estival a pasar las navidades en el Sahara. Llegará el momento en el que abra las alas y encuentre cielos que van mucho más allá de la imaginación imaginable. Encontraré deidades y tomaremos ambrosía en tascas de barrio brillando ante los ojos del resto de la clientela habitual. Llegará el día en el que encuentre el tesoro más buscado y me escape con él hasta donde la tierra empieza a ser cuadrada, para arrojarlo al fondo del abismo y lanzarme en su búsqueda. Sorprenderé al tiempo y al espacio viajando sideralmente por nebulosas de recuerdos que traigan a mi memoria sombras de esperanzas y el veneno de alguna antigua venganza con la única vituperable intención de bañarme día sí día no entre el perfume de lo humano y de lo divino. Llegará el día, cuando la tierra pare de lleno al mar y este se reprima y comience  su lucha por ganarle terreno al cielo, en el que nuestros caminos se cruzarán para reconocer nuestras miradas y la chispa que brota de ellas. Porque aunque irremediablemente estemos destinados al día en el que todo acabará, siempre queda la esperanza de que del encontronazo, fortuito o no, de dos deidades humanas, surja la magia que únicamente posee aquel que dice estar dentro de todos. Como el metano latente que se acumula bajo las gélidas tierras en pequeñas burbujas esperanzadas a encontrar la llama que las dé la libertad, aguardaré con paciencia mi momento, porque sé, que llegará la hora en la que el carro alado sea gobernado por mi parte blanca, desequilibre el carruaje y lance al vacío el negro bruno de días de niebla y noches sin estrellas. Escapar, desaparecer, volatilizarse. Escaparé a lugares de ensueño nunca soñados, a mundos desaparecidos nunca encontrados y me volatilizaré en los momentos más indeseados para recomponerme siempre después de que todo lo malo haya pasado. Juntaré las manos, rezaré al cielo, y pediré a todos aquellos que me oigan, que si en algún momento sintieron compasión por el alma de cualquier caminante de esta vida mundana nos devuelvan aquello que les regalamos y que tan feliz nos hace. Como el rojo de un amanecer, como la roja rosa con espinas, y como el rojo intenso de las llamas de los confines del diablo. Pediré que mi corazón vuelva a recuperar su color. Pediré que llegue el momento, que llegue el día, que llegue la hora, en la que descubramos el telar que marca las cosas y en el que están, desde hace eones, nuestros nombres bordados. Y aunque el hilo no sea de seda ni oro, llegará el momento en el que creemos de la gruesa lana, capullos de gusanos come mora.

jueves, 23 de febrero de 2012

Soneto a la amistad perdida.


Se gastó el eterno tiempo de pintarlo
de sonrisas carentes de sentido.
Al full le apostaron con unas copas de vino
y al corazón borracho le cortaron por lo largo.

Se cansó el amigo de vagar a solas.
Las noches reclaman su intimidad.
Volverá con su madre la creciente oscuridad.
Encontrará calor en otro rojo campo de amapolas.

Y la amistad volvió a ser un mito
que creció a medida que se divulgaba.
Es hora de recostarse en la memoria

de volver a encontrarse con la almohada,
de devolverle calor a la intrahistoria,
de hacer amistad en otro sitio.

martes, 21 de febrero de 2012

Juventud, divino tesoro.


Últimamente me he dedicado a perderme en mí mismo cuando no sabía qué hacer. He descubierto horas nocturnas que solo existían en mi horario erótico-festivo, y lo que es aún mejor, he descubierto compañías que en ningún momento hubiera imaginado. Últimamente he sentido lo que es la decepción personal y el hacer las cosas mal. Nunca hablaré de arrepentimiento, lo que puede parecer soberbio, ya que arrepentirse no tiene ninguna utilidad. Reconocer, asimilar y aprender me parecen términos que en su globalidad pueden sustituirlo. He descubierto también, qué es lo que se siente cuando te encuentras solo cada noche metido en la misma cama, con las mismas sábanas, el mismo pijama y a la misma hora. No he sentido el cambio, la resolución, la chispa fulgente que brota de cualquier contacto humano, desde hace un montón de tiempo. Siento no sentir.

Desde hace un tiempo descubro la sociedad en la que vivo y el mundo que me rodea. He encontrado que el sinsentido de mi vida aparece de manera diferente durante toda la semana: de lunes a viernes a las tres, mi vida se centra en una constante espiral de cafés, folios y psicotrópicos que mecen a mi futuro para que crezca sano y fuerte; para el viernes, ese niño crece hasta llegar a la adolescencia, se viste con sus mejores ropas, se afeita, y sale a comerse el mundo en compañía de sus más allegados y de no tan conocidos. El domingo probablemente se serena, incluso puede que crezca un par de años y ronde la edad adulta, pero paralela a la caída de la tarde, se vuelve a colocar el pañal y el chupete y se vuelve a su transitoria cuna, siempre con la misma  nana. Probablemente, después de todo, puede que mi vida sí que tenga sentido. Siento sentir sentido.

Si bien es cierto que muchas veces me siento decaído, abatido, e incluso superado por los acontecimientos que me suceden, siempre, aun siendo realmente pequeña, prevalece frente a esa eternidad azul y salada, una capa blanquecina  de espuma que me devuelve a la tierra permitiendo recuperar la cordura, y en algunos casos, la locura. Quizás después de todo, el sentido de mi vida ha cambiado: antes podría ser el amar y el ser amado; y ahora se ha tornado en estudiar, entre semana,  y ser estudiado, cuando salgo por ahí cada semana. Probablemente sea esto lo que supone la juventud, un tejemaneje constante del destino que tenemos que precisar entre semana, y deshacer cuando llega el viernes vespertino.

Nunca habrá nada tan gratificante como la vida adolescente. Ese ir y venir, salir y entrar de todos los lados sin importarte el quién, ni el qué, únicamente la vida. Sé, por todo lo que he oído, que la mayoría de la gente recuerda su juventud como el momento más floreciente. Aquellos dulces diecisiete y dieciocho, veintiuno y veintitrés,  cuando invertíamos las horas del reloj en contarse unas a otras. Cuando salíamos con un número de amigos y entrábamos con ese mismo número incrementado. Cuando nuestro estado emocional navegaba entre épocas de bonanza y períodos de crisis... Dicen aquellos que la vivieron, que la adolescencia siempre se recuerda como el momento de mayor trajín personal; estudios, vida social, vida familiar, re-estudios, y en muchos casos, preocupaciones que se quedan grandes para gente joven. Vivimos entre barreras de contraportadas y cubatas. Por la mañana somos gente de bien, educada, pulcra y limitando con lo angelical; mientras que por la noche nos transformamos en salvajes discotequeros que queman la suela de los zapatos cada vez que salen. La verdad es que hasta los ángeles tienen sus momentos malvados. Vivimos en una constante primavera, como decía Garcilaso, en la que lo único que nos importa somos nosotros mismos, preocupándonos de manera inconsistente en el sentido o no de cuanto hacemos. Probablemente vivamos sumidos en una nube de narcisismo y egolatría, pero es que es nuestro tiempo y tenemos que vivirlo para nosotros. Es el tiempo de experimentar, de conocer, de descubrir ideologías y más o menos posicionarnos, de cometer errores y reconocerlos, asimilarlos y aprender. Todo lo que sucede en nuestra vida en este momento tendrá una gran repercusión en las épocas venideras porque cimentamos nuestro futuro y creamos nuestras redes sociales cuando ni siquiera somos realmente conscientes de ellos.  Inconsciencia en muchos casos puede ser la madre de la adolescencia y lo que nos impulsa continuamente a tropezarnos con la misma piedra, pero sobre todo, a levantarnos después del tropiezo. Sí, seremos ignorantes, inconscientes, inmaduros, y en muchas ocasiones infantiles, pero es nuestro momento de vivir la vida, de encontrarnos con nosotros mismos, y como todo en esta noria tiene su momento, no precipitemos acontecimientos, que ya maduraremos.
Tan solo espero que, pase el tiempo que pase, cuando los años se me acumulen y pase a ser un cuarentón o un cincuentón, mi espíritu juvenil no se empolve y esté siempre ahí para darle una patada a la madurez y sentir inconscientemente  mi vida adulta.
Sentir la sensación de no sentir si siento lo que siento.



viernes, 17 de febrero de 2012

Ya no se hace gente como la de antes.

La raza humana se ha caracterizado a lo largo de toda su historia por su incansable falta de satisfacción personal. O bueno, a veces también por su desmesurado conformismo.
Tendemos a basar nuestras aspiraciones humanas en estereotipos que vemos en la sociedad, y si no los vemos, los creamos. La sociedad crea y nosotros recibimos con los brazos abiertos. Es curioso, pero de un tiempo aquí, pongamosle un trío de siglos, la humanidad ha pasado de ser un ser social, a ser un ser asociado. La dignidad e integridad de la persona se ha visto enrocada por la supremacía de la entidad metafísica que es la Sociedad. De ahí que todo esté previamente establecido por quien mueva los hilos y que todos tengamos nuestro puesto y lugar en este mundo mecánico. Y lo peor de todo es que tener un puesto en este trabajo no significa ser irreemplazable, de hecho cada vez más , debido a que nos deshumanizamos los unos a los otros, el ser humano se está convirtiendo en un ser totalmente reemplazable. El que no consigue lo mismo que tú por maña lo consigue por fuerza, y si no, se le forma hasta que lo consiga. Incluso aunque nuestras características físicas sean obviamente diferentes, demos gracias a la maravillosa genética, nos empeñamos en parecernos más los unos a los otros.

Realmente, desde hace un tiempo, los hommos hemos ido creando nuestro propio "opio para el pueblo", que lejos de la Iglesia que decía Marx, son los prejuicios, los convencionalismos y el dichoso dinero. Únicamente basamos nuestra gratificación personal en estar acorde físicamente a las convenciones sociales, en evitar actos que nos procuren etiquetas prejuzgadas y en ser lo más asquerosamente ricos. Creamos entre todos una sociedad que es un lobo para el hombre y que, lejos de ayudar a que todos convivamos y generemos un estado de bienestar, lo que hace es oprimir al falto de espíritu y personalidad y embriagar al que se cree intocable. Pobres son los que están faltos de dinero, los que no tienen una vivienda digna ni un mendrugo de pan que llevarse cada día a la boca. Pero pobres son también todos aquellos dibujos animados de la sociedad que buscan incansablemente un aspecto que roce lo convencionalmente correcto, creyendo que así serán más felices. ¡Y qué bonita es la variedad digo yo! Pero somos tan insatisfechos, tan inconformistas y tan catastrofistas, que realmente todo lo que tenga que ver con nosotros tiene más connotaciones negativas que la palabra "guerra". Somos como esas personas mayores que se concentran en la sala de espera del ambulatorio cada tarde y pelean entre ellas para saber cuál es la que está peor de todas. Desaprovechamos lo que está dentro de cada uno de nosotros porque este reloj social mantiene oculta a la persona que habita detrás de cada estereotipo. Somos eufemismos de nosotros mismos. Nos han hecho así.

Hoy en día, desde un tiempo hasta ahora, es inevitable cruzarse por la calle con autómatas que llevan etiquetas "made in". La gente de verdad se pierde con el tiempo. La esencia de la historia y de la intrahistoria la guarda la Sociedad y se perfuma con ella en su nube, mientras se ríe de nosotros, proletarios.
Desgraciadamente, ya no se hace gente como la de antes.

jueves, 16 de febrero de 2012

Someone like you

Dicen los pocos que me leen que la mayoría de lo que escribo, lo escribo con sentimiento. También he oído que suelo ser pesimista escribiendo, incluso cuando cosas de amor se trata.
Puede ser que nadie entienda lo que supusiste para mí, lo que significó lo que hubo en nuestras vidas. Llegó un momento en el que yo me veía bastante negro y era de noche. Todo tenía un perfecto sentido acorde a lo que hacíamos, nadie era capaz de sorprenderse de nuestros actos, estábamos dentro de lo estándar y limitando con lo extravagante y lo normal. Quizás fuese ese el problema. También tuvimos que aguantar mucho a lo largo de prácticamente todo el tiempo que estuvimos juntos, y no quiero decir que lo que vivimos fuese todo malo, nada más lejos de la realidad. Tengo que admitir que probablemente fuiste la primera persona en mi vida que consiguió sacarme de mí mismo. Contigo aprendí lo que era amar, lo que era reír y llorar de amor, lo que era conectar con el dolor ajeno. Lo que era ser feliz. He de admitir que contigo sí que podía decir que era feliz aunque no fuese una felicidad que proviniera de mí mismo, ya que mi felicidad eras tú. A veces pienso si realmente ser feliz significa amar a otra persona. Cuando yo te amé sabía que entre nosotros dos había un vínculo, una unión que mantenía unido nuestros corazones y que era el catalizador de todos los recuerdos bonitos que guardo hoy en el rincón de mi memoria, tras las puertas doradas del cielo. Latíamos al mismo compás, al mismo son, y si uno de los dos dejaba de latir el otro estaba ahí para apoyarle. Puede que la fórmula de la felicidad sea un amor de verdad. Un dos que no sea igual a uno más uno.
No sería la primera vez que me han dicho que nunca estuve enamorado, que únicamente fueron amores de juventud y que no iban más allá. Para mí sí que iban más allá. La verdad es que admito que recuerdo con melancolía y nostalgia bastante de todo aquello que nos regalamos. No me es, ni será fácil, vivir ahora tranquilamente después de haberlo tenido todo, y no únicamente hablo de nosotros, sino de toda mi vida en general. Sé también que para ti no fue fácil volver a empezar de cero con nuestros brazos separados, pero no tienes por qué estar triste, siempre pudo ser peor.
Llegará el momento en el que te vea con tu vida hecha de nuevo cuando inevitablemente nuestros caminos se vuelvan a cruzar en este pañuelo mundano. Confieso, te confieso, que me será imposible no recordarte tal y como eras a tus dieciocho años. Eres de esas personas, con las que pase el tiempo que pase y lo que suceda entre nosotros, mi ángel de la conciencia vence al demonio de mi hombro, imaginándote en un futuro con toda la felicidad y el amor que tú me regalaste y que tanto te mereces. Porque puede que crezcamos a base de dolores y problemas pero siempre te agradeceré la capacidad que tuviste durante más o menos tiempo de apartar las nubes negras de mi vida y brillar como el sol que eres. Puede que llegado el momento y nuestros caminos se crucen, seamos incapaces de dirigirnos la mirada y mucho menos de dedicarnos unas palabras, o puede simplemente que ni siquiera nuestros caminos se vuelvan a encontrar. Me entristece pensar esto último.
Pase lo que pase, estés donde estés dentro de unos años, espero que todo te vaya bien. Por si acaso, arrojaré esta carta al viento y le pediré al tiempo que sea justo contigo y compasivo conmigo . Le pediré que si en algún momento de su eterna vida te vuelve a encontrar te trate con delicadeza y te proteja del olvido.
Le pediré que te recuerde que yo estuve ahí y que tú , querida, fuiste el reloj que paró la cronología y que escribió en el firmamento nuestros nombres para toda la eternidad.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Vivan los venáticos ignorantes

¿Qué se puede hacer cuando tu mente te ve corriendo sin parar destinado a chocarte contra un muro? Esas situaciones en las que sientes la necesidad de luchar para saber sin comprender, para preguntar sin importarte realmente la respuesta, únicamente por el mero hecho de articular palabra, para que sepan que estás ahí, y para buscar el por qué de estar ahí. ¿Por qué a veces nos da por pensar tanto que hasta nuestra mente se aturulla y se vuelve trágica la existencia? No hay necesidad de ser catastrofistas; el mundo es bonito: hay árboles; hay pájaros ; hay materia viva...Hay color. Hay un ciclo que lo rige todo perfectamente. Todo está hecho a medida. Todo es imperfectamente perfecto. ¿Por qué entonces la necesidad de pensar tanto en la palpable imperfección? ¿Cuándo llegamos al momento en el que empezamos a correr contra el muro? ¿Tan difícil se ha vuelto vivir en tan pocos años? Quizás el mundo no sea tan bonito como lo queremos pintar: los árboles crecen altos; los ríos zigzaguean en busca de la libertad salada; e incluso los pájaros encuentran la felicidad a muchos pies sobre el suelo. Hasta el hombre construye cada vez más alto huyendo de esta vida mundana. Solo los ciegos se quedan en esta existencia terrena excavando sus túneles en busca de algo aprovechable.

Pese a todo, hay gente que encontró la felicidad, o la felicidad les encontró a ellos, no sé, y consiguió casarse. Hay otros cuya existencia se basa en adorar al único afortunado del que todos hablan y al que nadie ha visto nunca por estos lares; llámalo Dios, llámalo como quieras. Y luego existe un tercer grupo, completo interiormente desde mi punto de vista, que compagina la realidad material y la realidad espiritual en su vida. No obstante, todos proyectaron lo bueno de lo que carece el mundo, y a lo que la mente no llega a dar explicación, en otro ser distinto a ellos, y aun así, viven envidiablemente felices. 
Realmente envidio a todos aquellos que han encontrado lo que da sentido a su existir. Quizás lo mejor sea no pensar tanto en las cosas o traspasarle la justificación de aquello que se nos queda grande a un ser todopoderoso y omnipresente. De ahí que asimilemos la imperfección de la persona,a la que llamamos pecado, como algo impuesto por la ética personal de Dios , o que pensemos que las cosas inexplicables están establecidas por un Hado o Destino que marca nuestra vida. Quizás sea bueno no pensar que todo texto acaba con un punto, o que toda palabra guarda una identidad, un por qué. No sabemos ni adónde vamos, ni de dónde venimos, ni dónde cenaremos, y aun así, nos llamamos felices.
Los inconscientes, los indiferentes, no pierden el tiempo tratando de buscarle sentido a las cosas. Los pensadores que hacen cábalas en la cama, se asustan con lo que supone vivir. Quizás sea preferible vivir sin saber nada, pues el que mucho sabe, mucho sufre, y al que todo desconoce, todo le agrada.Quizás sea mejor así.

Mientras tanto, dejemos el cerebro en el frigorífico para que se le enfríen las ideas, proyectemos nuestra realidad pensadora en un ente superior e inoculémonos  intravenosamente un poco de idiocia para que nos ayude a vivir existencialmente tranquilos. 
Vivan los venáticos ignorantes.

lunes, 13 de febrero de 2012

Spark


Hoy el día está nublado
y cantan los pájaros el llanto,
y cuando se acerca al fin su canto,
se arropa cada vez más con su manto
la voz dormida del poeta.

Hoy el día está grisáceo
y van las nubes descoloridas
una tras otra, sin que el sol tenga cabida,
sin que la sonrisa que al fondo duerme,
encuentre una luz que la despierte
y la devuelva la vida.

Mas detrás de toda esta carretera
cuelgan brillantes la luna y las estrellas
que intranquilas e impacientes esperan,
a sentir algo que les devuelva a la vida terrena,
a sentir algo que no nazca de ellas.

Hoy el cielo es gris y opaco,
pero se puede ver a lo lejos
cómo al asfalto se le cae el pellejo,
y saca su brazo el eterno Vaco.


Hoy la noche encierra intransigente
un baúl que llenamos hace tiempo,
que guardamos en medio de tanta gente
y al que olvidamos ponerle el sello
de devolver urgentemente.


¡Vuelve amor infinito!
devuelve a la vida la felicidad que te llevaste,
Tú, maldito perro, que pusiste en nuestra boca el caramelo
para quitárnoslo después de darle un beso
y condenar nuestros labios al desgaste.

¡Vuelve perdida ilusión!
trae a esta condenada existencia
unos cartones para soportar mejor la indigencia,
y a este ,mi condenado mundo,
un poco de color.

sábado, 11 de febrero de 2012

We'll be glowing in the dark


Siempre es bueno recordar que después de la tormenta viene la calma, y que, normalmente, la trae aquello que primero apartamos en días de rayos y retruécanos. Muchas veces nos ocultamos de los demás por conocernos a nosotros mismos. Nos hurgamos en las heridas que tenemos en nuestro interior,  absortos de quien  espera fuera. “Vive la vida”, “haz el amor y no la guerra”, incluso “libres domingos y domingas”, son frases que aunque engloben filosofías nada concretas pasan muchas veces por nuestra cabeza. Cuando uno está en esos días en los que prefiere no estar, en los que toda frase motivadora tiene un contrario que te desmotiva aún más, olvida que dentro de su lista de reproducción hay más canciones de las que alegran que de las que entristecen. Porque somos crueles con nuestro propio yo y nos encanta escuchar lo triste en momentos tristes, y lo alegre en momentos alegres. Te propongo que empieces el día con una canción a decibelios ilegales y acabes la noche con el mismo volumen y la misma melodía. Tu día es tal y como tú lo pintes y hay que reconocer que cuando todos pintamos el mismo mural los resultados son más asombrosos. Porque aunque estés en un día de tormenta siempre tienes a alguien que te sujeta el paraguas. Cuando en tu lista de reproducción sale la canción menos alegre en el día más gris, aparece esa persona que sin saber cómo te saca una sonrisa.

Este viernes me preguntaban que qué creía que pensaban mis amigos de mí. Nunca sabré a ciencia cierta lo que piensan mis amigos de mí. Probablemente no sea el amigo ideal, tengo mis defectos y mis virtudes, tengo mi vena picajosa y mi vena sensible.  Incluso, probablemente, nadie que no me conociera podría pensar que podía llegar a ser su amigo de verdad. De lo que estoy seguro es que pase lo que pase, sea como sea, esas personas a las que yo llamo “amigos”, a las que tú llamas “amigos”, han demostrado que cuando más llovía, más nevaba, más tronaba, más provistos estaban de paraguas, guantes y tapones. Que cuando más llorábamos, más capones nos daban por tontos. Y que cuando más reíamos más sabían compartir nuestra alegría. Realmente, tener amigo supone un tesoro. Y tú que te codeas con la “jet set” de la amistad cuentas en billones tu fortuna. Sabes que siempre que lo necesites, aunque no lo digas, aunque no estés en tus momentos más lúcidos, están ahí para echarte una mano y agarrarte por donde sea. Es ese tipo de gente que tenemos en nuestras vidas que cuando éramos pequeños no nos imaginábamos un futuro sin ellos; si yo quería ser abogado, te tendría a ti que serías mi médica, a ti mi ayudante en lengua y tú probablemente mi cirujano. Amistad que es enemiga del tiempo desde tiempos inmemoriales. Incluso  el tiempo es a la vez amigo  y enemigo de uno mismo. Todo lo destruye y todo lo cura. Así que abrígate de relojes parados, cúbrete de manos amigas y vístete de positividad, porque incluso Mario Bross, que podía llegar a tener vidas infinitas, tenía a Yoshi para que le ayudara.

Nosotros desgraciadamente tenemos “1up”. Quizás desgraciadamente tener 1up nos suponga un problema. Pero estoy seguro que, “desgraciadamente”, el tiempo no nos quiere dar otra vida porque tiene miedo de que también encontremos a alguien con quien vivirla y también se la ganemos.

jueves, 9 de febrero de 2012

Siente la vida. Vive la vida. Sonríe


Sal. Respira. Siente. Alza la vista. Sonríe
Salta. Corre. Vuela alto. Siente el viento. Abre las alas.Sonríe
Habla.Llora.Grita.Grita aún más fuerte. Que te oiga el mundo. Sonríe

Que nada ni nadie ensombrezca tu semblante. Que las nubes negras pasen de largo y descarguen otro día. Que el día está hecho para ti a tu medida y que nada ni nadie es capaz de estropearlo si tú no se lo permites. Eres tú quien gobiernas tu barco y mandas su rumbo. Las rocas en el camino tienes que sortearlas sin que te rompan el cascarón. Es la hora de que vivas tu vida, de que sientas tu vida. Es la hora de sentirte feliz. Es la hora de apartar los años en un rincón y desempolvar el espíritu, que nunca envejece. Es el momento de llenarse de pircings, de rimmel, de sombras. Es el momento de plancharse el pelo o engominárselo. De salir a la calle y romper con todo lo establecido. De enarbolar la bandera de nuestra propia ideología y declarar esta nuestra tierra, tierra de libres y felices. Es el momento de tirarte en el sillón y hartarte a ganchitos viendo películas. Siente la necesidad de encontrarte a ti mismo en vasos medio llenos y cigarros medio empezados. Busca el lado positivo de todas las cosas. Siente el pesimismo y ríete de todos aquellos que lo siguen. Ríete de todos los que no te siguen. Ríete de todos los que te siguen. Ríete de ti mismo. Diviértete. Quema la noche y también el día. Sin prejuicios, sin qué dirán. Sal. Corre. Salta. Haz lo que tu corazón te diga. Déjate el cerebro en el congelador para que se le refresquen las ideas. Comete locuras para que te llamen loco. No pienses en los demás, da igual que te vean o no, tú haces tu vida. Comprométete y rompe el pacto. Cumple con todo aquello que no está establecido. Que la única ética que te guíe sea la de divertirte. Siéntete lleno. Busca la medida de todas las cosas y sobreexcédete en todo aquello que te anime. Sube el volumen, que te oiga todo el edificio. Recuerda. Revive. Reedita. Recupera. Felicidad, ese es el propósito. Cero remordimientos, cero preocupaciones, cero quehaceres. Eres libre, disfruta de tu libertad. Cero condiciones, cero limitaciones. Un tiro a la conciencia. Revive la rebeldía que tanto tiempo lleva dormida. Emborráchate. Olvida. Siente la resaca. Olvídala. Emborráchate. Cero, uno, dos, tres. Para el tiempo, hazlo tuyo. Controla tu tiempo, distribúyetelo. Es tu vida, tu barco, tu avión, tu vuelo. Tu alma. Tu única oportunidad. No hay “play again”. Muere sonriendo. Vive viviendo.

Sal. Respira. Siente. Alza la vista. Sonríe
Salta. Corre. Vuela alto. Siente el viento. Abre las alas.Sonríe
Habla.Llora.Grita.Grita aún más fuerte. Que te oiga el mundo. Sonríe

martes, 7 de febrero de 2012

Tarjeta de visita

Nunca he sido partidario de la monotonía. La rutina me produce sarpullidos y lo sistemático dolor de cabeza. Me gusta coger mi mundo y ponerlo patas arriba, desordenarlo un poco y re-desordenarlo a mi manera. Soy partidario de hacer cosas sin sentido con tal de aumentar el número de anécdotas. Y he de decir que me gusta andar sin rumbo con tal de encotrarme con algo o alguien desconocido. Siempre me ha gustado hablar con la gente que no conozco e intercambiar miradas y sonrisas, así como puntos de vista. Si veo una paloma coja me río, y con los vagabundos simpatizo. Siento debilidad por la edad antigua y la joven, siendo los abuelos prioritarios.Si veo algo que me gusta lo cojo. Lo que me desagrada procuro no verlo. Por la mañana soy una persona seria y estirada, un tanto cachondo, pero serio. Por la tarde sin embargo soy más cachondo que serio y me quedo más ancho que largo haciendo lo que me da la gana. Antes no me gustaba fumar, ahora de vez en cuando apetece. Soy de los que piensan que un cubata entra mejor con amigos que con Soledad, y por favor, con un par de hielos y en vaso de tubo. Seriedad solo como concepto y no como práctica, en ninguna de sus interpretaciones.Sinceridad solo como práctica y no como concepto efímero. Soy introvertidamente extrovertido, me encanta exteriorizar lo que siento. Sonrío sin motivo y me considero un joven loco con aspiraciones que van más allá del manicomio. Tengo el alma rota pero conservo mi rama. "Be water my friend" que yo prefiero ser chocolate fundido. En los pokemon soy de los que siempre escogían el de fuego. Puede que lo que diga sea irrelevante pero no por eso ha de ser efímero. Me tomo con gracia la vida aunque escriba sin humor, y aunque lo que diga me cueste mis problemas, vivo con el pensamiento de escribir sin pensar y pensar lo que no escribo. Puede que tenga la boca larga y abierta e incluso que sea algo reivindicativo. La mesura es solo para los cobardes. El cementerio está lleno de valientes. Me considero un "daliísta" nato, la realidad es aburrida. Ironizo con ella, la rompo, la desgarro, la cambio a mi parecer, e intercedo en ella subjetivamente. Puede que sea algo racista, pero todos en un determinado momento barremos para nuestra casa. Soy partidario del bilingüismo, precursor del "espaninglis".Respecto al amor rompí el dos de corazones y guardé el resto de la baraja con las picas y los tréboles.   Los rombos solo en los jerseys. En la cama soy tradicional, me gusta dormir con la tele puesta; mi postura preferida es abrazando  la almohada.


Nunca he sido partidario de la monotonía, pero mi vida siempre es tan desordenada que se está volviendo rutinaria. Acojo a todo aquel que quiera desatar su propio caos en mi mundillo y hacerme descubrir lo bonito de un desorden comunitario.

sábado, 4 de febrero de 2012

Best thing I never had.


Hubo una época en la que todos reconocíamos a primera vista la felicidad. Esos momentos en los que salían sonrisas hasta de debajo de las piedras. Cuando llovía y era necesario salir a la calle para mojarse. Todos olvidábamos los paraguas al mismo tiempo. Vestíamos de colores alegres: verde, amarillo, rojo y nos presentábamos diciendo “Hola, yo bien, ¿qué tal tú?”. Incluso nuestras conversaciones comenzaban con palabras infinitas que llenaban la pantalla de una  misma grafía. Hace no mucho tiempo, incluso hay algunos afortunados que todavía, dormíamos cada noche como cuando éramos pequeños. Nos atrevíamos a decir que estábamos contentos y a calificar nuestro corazón de dichoso. Es más, a veces decíamos que estábamos enamorados. Decir que uno está enamorado lleva consigo una masificación de felicidad que es propio de los niños más niños. Salíamos a la calle y sobre Madrid había una nube de inocencia que entraba por nuestros dos pulmones y salía por la nariz dejándola más que limpia. Queridos, hubo un tiempo en el que el cielo era del color del que nosotros queríamos pintarlo y los días se acomodaban a nuestras necesidades. Las noches eran estrelladas según nuestro nivel de locura; si realmente los estrellados éramos nosotros, el cielo estaba más oscuro que nunca, pero si en todo el día no habíamos hecho nada que nos demostrase lo idos que estábamos, la noche estaba pigmentada de caóticas bombillas. Era gracioso mirarse unos a otros y ver hoyuelos en todas las caras. Ver algodones de marfil detrás de cada labio era algo típico de cada día. Incluso era divertido quedar con los amigos y perder la tarde entre carcajadas, exhalaciones y dolores de barriga.

Ahora sales a la calle y te encuentras que Madrid está más contaminada que nunca. Que toda la inocencia que se respiraba ha degenerado en una hipocresía que hasta las ratas repugnan. Vayas por donde vayas nadie es lo que aparenta ser. Somos nubes observadas por los demás, que se dedican a adivinar la forma y figura que tenemos. Nos califican de burros, cerdos, e incluso cuervos. Somos alimento de nuestra propia prole. Somos prole de nuestra propia carroña. Somos desecho, basura, despojos. Despojos de una historia que ha pasado por cada una de las sociedades que decrecen en valores. Somos apaños de una intrahistoria que intentamos grapar con grapadoras oxidadas. Es detestable cruzarte con autómatas que son educados en la cortesía más descortés y la elocuencia más envenenada. Detesto cruzarme con aquellos que dicen ser vestigios de tiempos en los que la luna era blanca y el sol se alzaba rojo. Me asquea dirigir la mirada o la palabra a aquellos que dicen vivir la mejor de las vidas. Estoicos, escépticos y cínicos abundan dentro de cada cubo de basura.  Apáticos, conformistas y desconocidos dicen vivir la vida sin realmente aceptarla. Es triste mirar a los demás a los ojos y descubrir que las cuencas están vacías. Que ya ni siquiera el blanco de los ojos nos iguala. Que incluso el cielo se corta en cada uno de nosotros porque odia unir a la gente que pretende dejar de ser nube para ser estrella. Madrid se ha convertido en un monte de  ánimas becqueriano.

Me da pena pensar que nos toca vivir un tiempo tan miserable que  la única felicidad que nos queda es la impresión al recordar una época en la que la gente se cuantificaba por su valor moral y no por su utilidad económica, anímica, o sexual.

viernes, 3 de febrero de 2012

Días de vino y tardes de garrafón.


Después de todo lo que ha vivido llega un momento en el que  se ha acostumbrado a vivir con un hueco en su alma. Desde que era bastante pequeño camina con una carga que nadie intuiría y que muy poca gente conoce. Una de las carcomidas columnas de madera que cimientan su vida. Esta especialmente, carcomida por las termitas del alcohol, que todo lo destruyen y todo lo devoran.  Ha sido machacado constantemente por los efectos perjudiciales de los grados de las botellas que destrozaban una a una sus ilusiones y apagaban poco a poco su voz. Ha visto tantas cosas que, desde el primer día que lo comprendió todo, decidió que era mejor callarse y limpiar los trapos sucios en casa. Jueves tras jueves, viernes tras viernes, día tras día, entraba por la puerta de su casa el mismo hedor a colonia que embriagaba todo el ambiente y traía consigo resquicios de palabras que salían de la boca a duras penas. A duras penas podía saber de dónde venía. Lo podía intuir, pero lo único que sacaba seguro era que había estado en compañía de una botella, ni siquiera se aseguraba el vaso. Era aterrador estar en la cama y oír el zigzag en la escalera. Miedo, probablemente todo por miedo.

 Es tanto lo que ha tenido que observar y tragar que su corazón es delicia grouyé de los ratones. Lo que más le dolía era que al día siguiente nunca pasaba nada. Y últimamente todo empezaba a degenerar cada vez más. El trabajo era algo extraordinario, quedarse en la cama resultaba más placentero. Los días de horas largas, noches cerradas y madrugadas vespertinas se sucedían cada vez con más frecuencia, como si el hígado le pidiera a gritos que le matara a cirrosis, como si la garganta le suplicara un trago más. Creo que hace mucho tiempo que dejó de dormir con la conciencia tranquila. Incluso ahora sus pulmones se alineaban con el resto de sus órganos en dirección contraria a la vida. Nunca se le pudo nombrar la palabra problema. Como si de un niño se tratara argumentaba su modo de vida diciendo que era así y que para qué iba a cambiar. Resulta que le gustaba ser el protagonista al entrar por la puerta con la cara roja y la lengua ardiendo. Parece ser que le encantaba llegar al totalitarismo independiente de su casa y soltar todo lo que había tragado. Era feliz por las tardes y odiaba enérgicamente las mañanas.

Probablemente haya perdido las ganas de vivir. Puede que este mundo en el que todos nos vamos difuminando poco a poco esté consiguiendo acabar con él de una manera más rápida. A mí personalmente me da pena ver cómo la humanidad de una persona, la que hemos conseguido después de tantos millones de años de evolución, se pierda entre días de vino y tardes de garrafón.