domingo, 26 de agosto de 2012

Gondolero

Crecemos sin saber la relevancia que tendrán las cosas con las que convivimos hasta que es demasiado tarde.
Te sigo echando de menos después de tanto tiempo.
Yo te tuve, o te pude tener, o más bien me tuviste. Y hoy te echo de menos porque ninguno llegamos a tenernos. Porque tú fuiste quien me enseñaste a ser como desgraciadamente soy; el ángel negro que se cruzó en mi camino y que mantengo en la memoria, y en el corazón, como una espina clavada. Y si volviera atrás te aseguro que cometería el mismo error de quedarme con tu esencia, de soñar ilusamente con un futuro imposible e imaginarte al otro lado sonriendo como una tonta. Tú fuiste la que me enseñaste a rechazarlos a todos y a descubrirlos primero. Tú fuiste quien me dio la primera patada y por quien recibí la segunda. Y todavía hoy, de vez en cuando, me atrevo a echarte de menos. Quedar para hacernos unas simplonas fotos de las que luego ni nos acordábamos. Desayunar, merendar... Tu casa, la mía... Tampoco te pido que vuelvas porque creo que una parte de mí te sigue odiando, pero no estaría mal que de vez en cuando, ya que te pasas por mi memoria, te pasaras por mi lado, nos tomáramos algo, saber de ti, qué tal te va, y reírnos como solíamos hacer, pues al fin y al cabo tú eres la que  sacó tanto de mí que hasta te llegué a tener y lo llegaste a temer. Y sufrí porque ni siquiera fuiste capaz de decirme adiós. Solo dejaste tu estela, que me duró durante bastante tiempo y que me acompañaba donde tú y yo solíamos quedar, por no sentirme del todo solo y por llevar mejor tu ausencia. Pero era tu estela, estaba tan envenenada como tú y realmente hacía más mal que bien.
¿Que si estuve enamorado de ti? Pues no te sabría decir... tal vez sí o tal vez no. Te veía y me sentía a gusto con todo pero no con todos. Hablaba contigo y no había nadie más durante intervalos de cinco minutos. Me cansaba, o te cansaba, o más bien nos cansábamos mutuamente. Incluso dormía contigo cuando no podía solo por el mero hecho de pasar el tiempo juntos. Luego me arrepentía pero con una sonrisa. Supongo que por eso te sigo echando de menos. Al fin y al cabo, aunque me hayas hecho lo que me hiciste, y dos veces, y haber sufrido por ti lo que sufrí, tú eres mi creadora, la que dio vida a estas manos que hoy plasman nuestra historia.
Otra de esas historias para recordar.