Creo que esto no era precisamente lo que estábamos buscando.
Hemos caído en un juego del que si salimos acabaremos todos mal parados, pero
si lo mantenemos estaremos comentiendo un error. Abrimos la puerta a lo
desconocido, a una nueva sensación, y yo ya estoy un poco cansado de ella. No
es precisamente un “se acabó” sino una necesidad imperiosa de cambiar de aires,
de actitudes, de gente. De desaparecer y
no volver, de rehuir de mí mismo y encerrarme tras de ti. He desechado todo lo
que antes pretendía encontrar y ahora mi única meta es retomar lo que he dejado
en el camino. Me siento vacío por dentro y perfectamente sé qué es lo que me
pasa. No sois más que parches que suplen mis carencias más profundas, mis
intimidades más etéreas, mis sonrisas más grises. No me descuidé de vosotras
sino de mí mismo y todos hemos salido mal parados. Ingenuo de mí empecé a jugar
sin haberme leído el reglamento previamente, supongo que es la consecuencia de
ser un libertino, y ahora os arrastro al vacío que hay en mi interior y que ya
no completáis. Odio tener que dar explicaciones de ningún tipo a la gente, y
más odio tener que dármelas a mí, y más cuando la única respuesta que se me
ocurre es un “porque el tiempo lo quiso así”. Porque la demanda tiene que ser
suplida por una oferta consistente, atrayente y requerida. Y por eso caí en la
desolación de un mundo abstracto, ajeno a todo lo que debería vivir y sin
embargo tan lleno de realidad como la vida misma. Paralelamente a lo que allí
sucedía, se pudría dentro de mí el verdadero yo, encarcelado bajo los barrotes
de las falsas ideas, los temores y las preocupaciones. Y ves a la gente pasar,
con sus aparentemente gráciles vidas, envidiables circunstancias, y aumenta más
tu fantasía mundana, tu abstracción de la realidad y la podredumbre de tu preso.
Supongo que soy el único culpable de todo esto, aunque tampoco le quito mérito
a la circunstancialidad del tiempo, que nunca está al lado de nadie. Nadie me
dio el derecho de poder jugar con la gente y mucho menos de hacer trampas.
“Recoges lo que siembras” dicen, pero esta vez los cuervos se han comido toda la cosecha y cebados con toda esa colecta negra se lanzan a intentar liberar al preso maldito de mi corazón.