miércoles, 25 de enero de 2012

Un resquicio entre progreso y pasado.


Hoy en día el que no coge peces es porque no quiere mojarse el culo, porque vivimos en una sociedad en la que la palabra “lejos” debería estar tachada como arcaísmo. Todo está tan cerca de nosotros que resulta prácticamente imposible no rendirnos ante el encanto de las cosas. En cierto modo, el actuar de los políticos es normal. ¿Quién no se resistiría a coger un euro para el café con tanto dinero que hay en las arcas? Claro que esto solo está a la disposición de aquellos que saben dónde se toman los cafés por un euro. Y es más, todo está tan cerca, que hasta los que en algún tiempo fueron la cúspide de la sociedad hoy se lucran de igual manera de sus vasallos como si algún tipo de vestigio de poder divino de antaño les quedara. Y es que, en algún momento de la historia, pasamos de la libertad al libertinaje, y como este paso fue dado prioritariamente por aquellos que tenían el poder, hicieron de este una espada de madera. Pero claro, el vulgo nos protegemos con cucharas.
Valores como la humildad, la justicia o la honradez se enseñan en asignaturas creadas por aquellos que ensucian estos principios morales. Seguramente a más de uno de los que están ahí arriba les hubiera hecho falta una buena clase de ética para la ciudadanía antes de embriagarse entre tactos de papel y sabores metálicos. Pero como su posición les permite manejar el escenario y mover a los títeres según su conveniencia, resulta prácticamente imposible que ideales que se inventaron hace trescientos años sigan ahora en su total esencia. Así, dividimos los poderes solo por aburrimiento: resultaba más entretenido llegar a controlarlos todos cuando se empezaba sin controlar ninguno. Ahora las leyes están hechas por unos pocos, privilegiados, para una gran mayoría, no privilegiados. Así que no es de extrañar que el porcentaje de votos caiga cada vez más, porque resulta tan vergonzoso depositar nuestra confianza en los nombres de estos fenómenos, que mucha gente opta por resignarse y atenerse a lo que viene. Y es que es igual quién gobierne, porque hoy en día está todo tan cerca de nosotros que le cambiamos el collar al perro por uno hecho en Alemania o Francia, aunque sigamos perdiendo.
 No obstante no quiero parecer reivindicativo, solo pretendo mostrar la animalización en la que ha caído la sociedad: hemos progresado porque teníamos nostalgia de aquella época en la que aún no andábamos erguidos.

2 comentarios:

  1. He de confesar que me cuesta leerte porque no estoy subido al carro de la literatura y me cuesta la interpretación de textos de opinión, estoy más acostumbrado a una serie de símbolos ilegibles castellanamente; aún así, me gusta como escribes y aunque a veces me pierda, creo que al menos consigo extraer un poco el matiz del texto... jejejeje
    Espero seguir leyéndote muchos días!!

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias deivid! Mi primer comentario ^^. Me vale con que saques un poco la esencia del texto y más si me dices que te gusta como escribo :)
    Qué majo!

    ResponderEliminar