miércoles, 11 de abril de 2012

Dos de carroña.


Vuelven los cuervos del recuerdo a picotear este nido. Carroñeros que traen consigo notas del ayer en el que ya no vivimos. Cuando veníamos e íbamos por el cielo de la tierra, por la tierra de los cielos, y surcábamos los mares siderales en barcos de papel. Aves de rapiña que se escuchan unas a otras murmurar en blanco y negro sobre los besos que me distes, sobre aquellos que nos faltaron, y también sobre los que sobraron y que en tus labios y en los míos se quedaron para el fin de los días. Y aunque la vida siguió, este nido se quedó despojado de sentido, donde habita el olvido y el recuerdo de tu amor, donde, estés donde estés, quedarán siempre las cenizas de una llama que olía a pasión y una pasión cuyo combustible era la desdicha. Porque el destino ha traído consigo los cuervos negros de un amor que marchito, muerto y malherido, se descubre escondido entre las palabras que ya ni nos decimos y en los gestos de falso cariño, que después de haber dejado el nido, nos seguimos dando tú y yo.

Y a este celoso celofán, que ya no pega ni con cola, ni con nadie, vienen a arrancarle las pelusas y los restos que quedaron de los dos. Celosa, tus celos arrancaron lo que en mí se había formado y que fueron la explicación del abandono de los dos. Y cuando vienen los cuervos de tu nombre, recuperan las fotos y recuerdos que en mi habitación aún guardo con la posible intención de no olvidarte y la difícil intención de herirte con algún arcaico conjuro, un aquelarre, un qué sé yo, que te aleje de este mundo, donde la vista no alcance a verte, porque no sé por qué te guardo tanto rencor.

Y la desesperanza que te escribo me recuerda la ilusión que tengo de no verte. La emoción que guardo de dedicarte una palabra de desprecio, de reprocharte el aparente amor que te tengo y que aquí escribo, y de restregarte la feliz vida en la que vivo y lo vivo que me siento después de que te hayas ido. Aunque supongo que eso volverá a ser cosa de los dos, porque según tengo entendido , tu también has emprendido tu camino, con rumbo hacia el centro de la tierra, sin casco ni luz que te proteja, con una botella de alcohol, y la etiqueta de “no me esperen que no voy a dar la vuelta”. Me alegro por vos si es que esto es lo que nos ha deparado el destino.
Mas ten cuidado porque no solo Edgar Alan Poe tiene cuervos. Esto fue cosa de dos.

1 comentario:

  1. La verdad es que hacía tanto tiempo que no leía algo tuyo que casi se me había olvidado lo bien que escribes. Y me gusta, porque he vuelto a sentir eso que sentía las primeras veces que te leí, algo que me sobrecoge, como cuando escuchas una canción hasta que la desgastas, luego pasas mucho tiempo sin escucharla y cuando lo vuelves a hacer y como si fuera otra vez nueva y te encanta. No sé si me explico.
    En fin, todo este párrafo para decirte que aunque escribas con rencor, pena, alegría, ilusión o lo que sea, siempre consigues que, en los minutos en los que te estoy leyendo, me evada del mundo.
    :)

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