jueves, 20 de junio de 2013

Una luz en la oscuridad.

La oscuridad se le ceñía a la ropa como el sol de verano. Una vela intentaba mantenerse viva sobre la encimera, la última luz que le quedaba, vestigio de una noche llena de proezas. El escritorio estaba totalmente revuelto de papeles con borrones, era como si hubieran caído unos cuantos goterones sobre la tinta y a penas se podía leer lo que estaba escrito. "Memorias entrelazadas", "Un puente entre dos fallas" y un tercer título que creo que decía algo sobre el amor. Desesperado, el viejo escritor había salido con su pipa de la inspiración a la terraza a ver si alguna musa se le presentaba.
- Te está saliendo joroba de tantos problemas que te cargas a la espalda.
- No son problemas, son responsabilidades. La gente tiene cosas que hacer todos los días, y cosas a quién hacérselas y cosas por quién hacerlas. No puedes darlas de lado tan fácilmente. Pero qué te voy a contar a ti, si tan solo eres un simple gato parlante.
-Pero si te las cargas irás siempre con la cabeza gacha y aunque pretendas mirar hacia arriba, aspirar a rellenar de una puta vez una de tus composiciones, nunca lo conseguirás puesto que llevas un peso que no te corresponde del todo.
- Cállate y déjame fumar a gusto, mañana el sol volverá a salir y tendré una nueva oportunidad.
- Volverá a salir por el este y se pondrá por el oeste. Volverás a desayunar esa mierda fría que tomas, harás las cosas que tú crees pertinentes y te sentirás realizado, pero nunca conseguirás terminar lo que realmente te interesa.
Le dio una patada al pequeño felino que lanzó su zarpa con intención de defenderse.
- A veces parece que tienes más cabeza que yo- soltó una bocanada de humo que le hizo atragantarse-. No sé cómo te sigo escuchando ni por qué. La verdad es que no sé por qué te saqué aquel día de mi cabeza. Ahora lárgate a lamerte donde no pueda verte.
En el fondo se alegraba de haberlo creado porque sabía que era su obra maestra. Nunca había sido amante de los gatos y cuando resultó que de la hoja aparecía el felino se extrañó de manera considerable. 
Cuando volvió a entrar, la vela se había rendido ante la negrura del ambiente. El aire era bastante ligero, incluso se notaba la brisa de la noche que entraba a través de las cortinas. No había luna ni estrellas que iluminaran el cuchitril del viejo dado que sus vistas daban a un patio interior. Tanteó con la mirada antes que con los pies y vio a lo lejos una sombra blanca que le ayudó a guiarse. La sombra se movía, desaparecía y volvía a aparecer y parecía conocer el lugar. El viejo tomó el palo de la escoba y le dio un escobazo a la sombra. Un quejido inundó la sala.
- Vaya forma más rara que tienes de agradecerme que otra vez te haya vuelto a guiar en tu maldita oscuridad.
-¡Miauu!- maulló el escritor con una sonrisa en los labios-.

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