miércoles, 13 de febrero de 2013

¿Y si nunca estuviste aquí?

Volvimos al rincón de nuestro nombre, donde el eco de tu voz se ausenta y a mi oído llegan murmurando los recuerdos de un hombre que jugaba contigo. Vuelvo a sentarme sobre mis rodillas, a esconder la cabeza en el agujero, en la herida, a mirarme por dentro a través de la mirilla de la fachada, a sentirme vacío y llenar lo siniestro, y te encuentro tan lejos, donde te guardé, que me sentía libre, libre y solo, he de admitir, y aún así pretendo que no te alejes demasiado, que vayas por donde vayas recuerdes este año y me dejes el remite de tu alféizar junto al bol de pienso y tu carmín de labios.
Vuelvo a la calle, a deambular sin sentido sintiendo lo ocurrido, está bien, lo volveré a hacer, soy un gato sin zarpa, con botas, sin plata, con tiempo suficiente para mirar atrás y sentir que he perdido ¿o he ganado? ni lo sé ni me importa, valiente ignorante el que se enfrentó al destino y creyó ver su futuro a través de una copa de vino, y se fue. Y tú en la dirección contraria me atacas con tu música, tu extraña melodía funeraria que me devuelve a la tierra y trae los fantasmas que no se incineran, que arden pero no se queman, los muertos andantes, ratones sin cola que mueven flechas enredadas y móviles hasta altas horas. Las doce, la una, las dos... y revivir con otras lo contigo revivido, y resucitar al tercer día de entre mí, muerto,  y encontrarte despierta, a mi lado, con los labios preparados para descubrirme, un comienzo que me llama por dentro, me aclama en vítores mudos, en gargantas con nudos, entre piernas, desnudos, vacíos, sueños impuros... 
Y recorrer con mis dedos tu edén, tu cuerpo, mi paraíso, la cita de mis dedos y tus muslos, de mis caricias, tus sonrisas, tus sueños cumplidos, mis deseos más oscuros, mi adolescencia perdida que se encuentra con una mirada fortuita, tuya, que al descuido, perdió el tren y se encontró conmigo, una mirada que no despedía y una palabra de amor que me devolvía al mundo, al suelo, a mi cama, a ti.
Y vivir lejos del rincón de la ropa, maldito, escuchando tu voz, sin eco, en mi oído, que tan de cerca me embelesa, condescendiente, y se apodera de mi cuerpo, inocente, y mi vida. Y perdernos, lejos, cerca, aquí, ahora, sin tiempo que nos detenga, sin copas, sin sombreros, sin ataduras, sin ropa, al descubierto, ¿por ti?, con el alma rota, vivo, y muero. Hasta me abrigo con despojos, incluso pierdo el sentido, me desvío cuerdo, me ato a lo equívoco, me mudo al lado frío del colchón con tal de susurrarte que no desaparezcas, que me muero por amor, que por amor vivo, que por ti vivo, amor, tú, yo, mi nicho bendito y que venga Dios y nos consagre que no quiero futuro que me ate que no sea contigo, que este amor derrocha sangre, mi reina sin celos, mi princesa en el cielo, mi destino, el sino que he decidido, el que he querido, el que quiero vivir, el que necesito, que te necesito, el que busco, que te busco, el que no hace daño, el que no muere con los años...
Vuelve que me inquieto, vuelve, que te extraño.

1 comentario:

  1. Me hace una ilusión inexplicable volver a abrir el enlace 'Un lugar para recordar' en mi barra de favoritos y poder leer algo nuevo por fin.
    No tengo mucho que añadir a lo que ya te he dicho: abrumador, intrincado, casi como una bofetada llena de vida. Quizás un poco-bastante melancólico, como el maullido del gato que arrastra su alma y sus penas a ninguna parte. En lugar de reclamar unos recuerdos entre las sombras o pedir, ronroneando, un regreso, tal vez deberías, o debería ese 'gato sin zarpa y con botas' asomar sus bigotes a la luz del día y perseguir lo que desea, y no huir o seguir deambulando y tener que mirar atrás, en un futuro, y sentir lo sucedido o lamentar alguna pérdida.

    ResponderEliminar