lunes, 16 de julio de 2012

Arrivederci

Hoy miro por el cristal roto de los dos y solo veo los pedazos que quedaron tras tu estela. Volvieron a engullir las fauces del tiempo el despojo de cuerpos que , vagabundos, trotaban de la mano. Vuelve el gato a encontrarse solo en el alféizar atento a escuchar una palabra muda que le recuerde tu nombre, el que le desvelaba al medio día y le arropaba sobre la almohada cada noche. Me pierdo en el mar de la desdicha si saco del cajón todas nuestras conversaciones, y con un intento amargo de borrar su existencia mis dedos se ahogan entre los botones. Y caen precipitándose a los brazos fantasmagóricos de la esquela de nuestra fecha, nuestros apodos y nuestras coronas. Mi princesa de los vientos cálidos y el príncipe de las corrientes frías; el aire que nos hacía volar y que nos dejó caer al suelo. Y reptando nos arrastramos sobre todos esos cristales destrozando nuestros cuerpos, vestigios de una edad de Midas hasta parar sin retorno en Estigia. Desde ahí nos miramos ahora, tú tan fría como siempre, y yo tan cálido con quien no se lo merece. Le regalé mis noches a quién primero me las pidió porque tú me las rechazaste. Y no me arrepiento, porque los gatos somos muy traicioneros, pero me cansé de que te escudaras en mis siete vidas. Para volver hoy al comienzo de los tiempos, al cristal  de colores y a los ojos vendados, donde nos miramos como bobos intentando tocarnos sin reconocer que estamos separados. Déjate caer de nuevo donde tantas noches nos imaginamos. Mi presencia te requiere tanto o más que antes, no la gusta perderse sola bajo las sábanas.  Mas  toda noche tiene su amanecer y se descubre la realidad de los juegos de sombras,  y se descubre que tu amor nos es más que papiroflexia barata que aprendiste a través de cualquier viejo gurú y que mis pensamientos no son más que fantasmas de tu ausencia que traviesos me atormentan. Que hubo una vez en la que entre noches sin estrellas y playas sin arena  guardábamos un tiempo para querernos, para mirarnos el uno al otro y susurrarnos sinsentidos que enloquecían los oídos. Perfumábamos la historia con colonias baratas y olvidamos que lo barato sale caro, quemando el día y enfriando la noche...
Y viejos y andrajosos, como aquellos cuerpos, aquellos despojos, nos veo a ti y a mí a la luz del sol. Muertos que caminan huecos de cabeza y corazón, llenos de misterios y misteriosamente llenos. Porque el tiempo, que estuvo en nuestro lugar, quiso que amaneciera, que perdiéramos los pájaros que anidaban sobre nosotros y que el cristal que nos separaba se rompiera. Para que hoy, desde mi ventana, pueda ver tu estela y reconocer que por ahí se fue mi esperanza de amar ser correspondido.

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