Dicen
que los gatos son muy traicioneros, que están contigo cuando quieren algo de ti
y que cuando ya te han sacado todo el jugo que te podían sacar, se van al
regazo de otro.
No es
que realmente quisiera escribir nuestra historia de esa manera, de hecho aún
pienso en ti de vez en cuando y me alegra saber que te va bien, simplemente, o
no tan “simplemente”, fuiste la media naranja que encontré en mi vida en un
momento bastante delicado de ella. Tú sabías comprenderme y comprendernos,
divagábamos bajo las estrellas sobre lo que suponía una noche coldplayera y una
noche artificial. Incluso nos brindábamos, y nos brindamos, con alguna que otra
palabra que se excedía en afecto y que conseguía sacarnos una sonrisa a ambos.
Pero es que soy un poco traidor, y no me culpes directamente, supongo que mi
naturaleza, que tanto nos unió en su momento, es la que de igual manera nos ha “separado”.
No
pienses que pierdes algo cuando lo dejas de ver en el mismo sitio donde estaba
todos los días porque puede que simplemente alguien lo haya cambiado de lugar.
Sí,
probablemente al gato negro le gustase acurrucarse en el alféizar de aquella
ventana cada noche a escuchar todo lo que pudiera ser pillado por estas orejas.
Y me atrevo a decir que la gustaba dormirse notando cómo le hablaban. Seguro
que le encantaban las caricias que le dedicabas con cada fonema, sobre todo si
los escuchaba bien de cerca de tus labios. Y cuando realmente le tocabas…
seguro que se le helaba hasta las puntas de los bigotes. Noche tras noche, día
tras día, le gustaba más deambular por los banquetes en tu whatsapp que en los
vertederos de comida podrida en las conversaciones de cientos. Una, que valía
millones y que consiguió espantar a tantas moscas.
Pero
bueno, tampoco le eches las culpas al cielo de que esto sucediera así, porque
esto no ha acabado, nada más lejos de la realidad, simplemente, te salí gato.
Estos gatos...
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